jueves, 25 de diciembre de 2008

Del estúpido instinto de supervivencia del Sr. Gris o de cómo refutar a Darwin


Estando el Sr. Gris a punto de cruzar cierta avenida céntrica de la Capital Federal, acompañado de un piloso amigo, percibió un pitido intermitente. Alarmado percatose de que la frecuencia del pitido iba en franco aumento. Reaccionó sin demora: tomó a su amigo de la muñeca y echó a correr embistiendo indiferentes peatones como quien huye de la sombra de la muerte o de sus queridos suegros, al tiempo que gritaba:

- ¡¡Bombaaa!!

Ya a salvo en el otra esquina, ante la ausencia de histeria colectiva y lógico estruendo, sorprendido escuchó cómo el amenazante pitido había disminuído su frecuencia. Desconcertado volvió temeroso sobre sus pasos, ubicó el dispositivo que cual corazón delator lo atormentara, y no tuvo más opción que reconocerlo: el mortífero artefacto era un semáforo para ciegos.


Redactado por: Sr. Gris y Sr. Naranja

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